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Prepararse para el peor escenario

Un huracán es una de las formas mas salvajes de la naturaleza. Trae vientos muy fuertes, generalmente mucha lluvia y provoca mareas muy altas (lo que generalmente es lo mas peligroso). También hay un componente social, ya que en estas situaciones te quedas sin suministro de electricidad, gas y agua, los servicios médicos merman y son de difícil acceso, y el acceso al alimento puede llegar a ser un problema.

Un huracán es una situación de azar. No sabes nunca con certeza, hasta 48 horas antes (o a veces menos) si vas a estar dentro de este, si te va a afectar, si llegará a tocar tierra donde tu te encuentras o simplemente, pasará por encima tuyo. En realidad, nunca lo sabes. Siempre es una cuestión de probabilidades: si a las 72 horas tienes una probabilidad de un 20% que pase por donde tu te encuentras estas dentro de lo que sería un gran peligro, el peor escenario posible. Esto último no es una ciencia cierta que aclamo, pero cinco porciento menos o mas es así. Por esto, si te encuentras dentro de esta situación cinco veces en tu vida, puedes suponer como regla que solamente recibirás dos huracanes si tienes mala suerte... y de cualquier forma, te habrás preparado para cinco de ellos.

Prepararse para un huracán significa mucho esfuerzo, y gasto de dinero. Comprar comida y agua, sellar ventanas con maderas, atar (si, atar) muebles y asegurar tu hogar y tu lugar de trabajo están incluidos. De mas es decir que tener un suministro de medicamentos y hacer un bolso con algo de ropa, dinero y tus documentos mas importantes es algo muy necesario. Por esto, mucha gente al pasar por algunas falsas alarmas se vuelve renuente a hacer este tipo de preparativos y jugar su azar.

Ayer estuve con unos amigos del colegio, personas que no veía hace algunos años. Un amigo, estuvo conmigo cuando viví en Cancún y tuvimos la alarma del Huracán Ivan. Nunca pasó nada realmente, pero como decía un meteorólogo "fue un rozón de bala". Era muy grande, y por donde pasó mató y cambió la vida de personas para siempre. Daniel me decía ayer "vos sos un exagerado, nunca pasa nada con los huracanes, te dije que no era necesario prepararse tanto" o algo así. El hecho es que fuimos en ese entonces como cara y cruz de una moneda: yo tomé todas las precauciones que estaban a mi alcance, y el apenas tomó algunas en su trabajo, porque le obligaban a ello. No tenía reservas de agua, comida, nada. Estaba como si el día siguiente fuese a ser un día común. Y así fue.

Daniel partió ese año para Uruguay nuevamente y yo permanecí por un par mas en Cancún. Entoces, al año siguiente, vino el huracán Wilma. Esta vez, no tuvimos suerte. Estuve 60 horas dentro de un baño de 1 metro por 1 metro y medio con Susana y dos mascotas. Luego cuando pude salir de allí, la ciudad permaneció cinco días sin suministro de electricidad y una semana sin suministro de agua. El gas, no lo se porque yo tenía reservas, pero no fue el caso de todos. Alimentos no se podían conseguir en los centros comerciales, lo mismo el agua. Pude ver a una fuerza policial de 20 o mas personas desalojando manifestantes frente a un Wallmart que querían tirar abajo sus puertas, las cuales estaban reforzadas por dos personas armadas y una montaña de estantes de hierro. Luego vi a un conocido, del cual no recuerdo su nombre, pasearse por frente de mi casa. Grito para llamarme, porque no funcionaba el timbre. El venía caminando unos 8 o 10 kilómetros de donde vivía, e iba camino al ayuntamiento de la ciudad porque había escuchado que el gobierno estaba entregando agua y comida. Para llegar, le faltaban caminar unos 12 kilómetros mas o menos, entre ruinas y zonas parcialmente inundadas, a veces con el agua hasta la cintura. El no se había preparado. No le quedaba nada de comer ni agua para tomar, y había dejado a su esposa y a su hijo en la casa esperando su regreso. Sus sesenta horas que pasó encerrado, fueron peores que las mías sin lugar a dudas. Me dio mucha lastima; nunca me voy a olvidar de sus ojos llenos de impotencia y desesperación, y su rostro que claramente mostraba la fatiga que traía por el episodio que había vivido apenas horas antes.

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